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Depresión en la Adolescencia

Depresión en la Adolescencia

La depresión en la adolescencia se presenta a través de toda una serie de conductas, que hay que atender desde el mismo inicio que se detectan, por las consecuencias que estas pueden tener.

El mundo adolescente con todo lo que este implica a nivel fisiológico, psicosocial, educativo y en muchas ocasiones, los escasos recursos con los que cuentan los y las jóvenes, para enfrentarlo de una forma efectiva, aunado a las pobres posibilidades de apoyo familiar, social, institucional, hacen que la depresión o la presencia de síntomas, sea muy frecuente durante el proceso adolescente. Se calcula que un 20% de la población mundial joven, podría padecer de depresión. El porcentaje es similar al que se espera en la población adulta.

Las investigaciones plantean mayores casos diagnosticados, en las adolescentes que en los adolescentes y señalan que es más frecuente entre los 13 a los 16 años. Sin embargo lo anterior puede ser altamente relativo. Entre los factores de causa existen factores médicos relacionados con neurotransmisión o cambios hormonales y factores relacionados con el estrés y los factores psicosociales propios de nuestra cultura moderna y la forma como el o la adolescente enfrenta todo eso.
Existen toda una serie de señales de alerta que los padres y madres pueden detectar para dar atención lo más pronto posible.
La presencia de varias de ellas podría indicar que su hijo o hija tiene un cuadro depresivo.

Estado de ánimo deprimido . Se le nota triste o la persona dice sentirse triste, vacío.
En adolescentes es frecuente el estado de irritabilidad. Por cualquier cosa se molestan.
Desgano al hacer diferentes actividades.
Fatiga o pérdida de energía.
Agitación motora o enlentecimiento.
Pérdida o aumento de peso sin hacer ningún programa especial con tal propósito.
Rendimiento académico disminuido.
Interacción social y familiar disminuida.
Evasión de actividades recreativas.
Deseo contínuo de estar solo y de que los demás no molesten.
Insomnio o hipersomnia. (la persona o no duerme o duerme mucho).
Baja autoestima.
Falta de atención y dificultad para llevar a cabo labores de pensamiento.
Pensamientos recurrentes de muerte.
Actividades auto destructivas.
Exposición a actividades de alto riesgo.

En todo caso, si varios de estos puntos, que se han mencionado con anterioridad, están presentes en sus hijos o hijos, lo mejor será que consulte con su profesional en psicología o medicina.

Los tratamientos más modernos y avalados a nivel internacional, implican un enfoque de tipo integral: la psicoterapia, como por ejemplo la terapia cognitiva, o cognitiva conductual, a la par de una alternativa medicamentosa que debe ser orientada por un médico y de toda una serie de cambios en el estilo de vida de la persona, que la misma persona , por decisión propia, debe ir realizando y observando sus beneficios. Muchas veces es necesaria la terapia familiar o la integración de los educadores y otras personas, para lograr el fin terapéutico.

En cuanto a la psicoterapia, esta consiste, en este caso, en un proceso de tratamiento psicológico, donde la persona va a ir adquiriendo recursos, que le van a permitir manejar mejor su forma de pensar y por ende sentirse diferente desde el punto de vista emocional y comportarse de una forma más satisfactoria. Se persigue que la persona adquiera recursos y estrategias que le permitan enfrentar su vida y sus aconteceres de una forma más real, eficiente y feliz, pensando, sintiéndose y comportándose de una manera diferente a como venía haciéndolo.

El proceso no es , en caso de la terapia cognitiva, un proceso de años, más bien puede ser un proceso corto que le permite al joven y a la joven, llegar a convertirse en su propio terapeuta y crecer como persona.

Por supuesto, es imprescindible que la persona, en principio tenga interés por salir adelante y paciencia para perseverar, aunque en algún momento, no vea avance o incluso experimente un aparente retroceso o una recaída, cuestiones que pueden ser parte de lo que se espera en el mismo proceso.

Los padres y madres y en muchas ocasiones todo el entorno familiar y social más próximo, por su parte, deben emprender acciones que conjuntamente con las acciones de los profesionales, puedan evitar que la persona caiga en un cuadro depresivo mayor.

Algunas opciones que los familiares podrían poner en funcionamiento, para evitar que la persona caiga en una depresión severa, son las siguientes:

Facilite al muchacho o muchacha el integrarse poco a poco al grupo familiar.
No le regañe por estar deprimido ni le diga que debería sentirse de otra forma porque no tiene razones para deprimirse.
Revise si la dinámica familiar le está causando problema a su hijo o hija.
Demuéstrele que él o ella es importante dentro del grupo familiar. Hágale sentir importante y sobre todo querido(a) sin condiciones.
Escúchele, trate de ponerse en el lugar de su hijo o hija y comprenderle.
Ofrezca apoyo incondicional.
Busquen juntos soluciones a los problemas.
Permita que el pueda darse cuenta que muchas ideas que lo deprimen no tienen sentido, o bien que otras situaciones reales se pueden resolver.
Asesórese sobre cómo debe comunicarse con su hijo (a) y enfrentar diferentes problemas.
No lo siga tratando como el niño (a) que era antes. Tome en cuenta su punto de vista y respételo aunque no lo comparta.
Vigile y asesore su alimentación. Facilite que se alimente mejor cada día. En caso necesario busque ayuda con el especialista en nutrición.
Facilite la incorporación a grupos y el hacer lo que a el o ella le pueda hacer sentir diferente.
Invítele e incentívele a la práctica deportiva. El deporte puede funcionar como un antidepresivo natural.
Refuerce su auto estima.
De ser necesario ofrezca apoyo educativo, busque ayuda psicológica y médica.
Incentívelo (a) a no descuidar su área espiritual.

Artículo escrito por: Dr. Elmer A. Masís Olivas.
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