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Niños y ancianos, muy difentes

Niños y ancianos, muy difentes

Cuando un adulto mayor tiene conducta inadecuada, como ser necio, demasiado imaginativo o hasta caprichoso, comúnmente se le dice que ha vuelto a ser niño; nada más lejos de la realidad, pues entre ambos hay grandes diferencias físicas y psicológicas que delinean la forma en que deben ser tratados.

¿Se ha puesto a pensar qué piensa el anciano cuando se le dice que se comporta como niño?, considere que ello puede serle ofensivo por la connotación de inmadurez que conlleva, además, debe tomarse en cuenta que la vejez es resultado de todo un desarrollo, por lo cual la realidad corporal, psicológica y social es muy diferente a la de un menor.

Es importante tener claro que niñez y senectud son etapas distintas y aunque los geriatras (especialistas en la salud de los ancianos) aceptan que en algunos aspectos éstas pueden llegar a tener pequeña similitud, la verdad es que son muy distintos pues en la primera se abre los ojos a la vida y en la otra existe en el horizonte un desenlace para el cual hay que prepararse.

No somos iguales

La vejez es un periodo en el cual se tienen muchos temores, por ejemplo, a la soledad y a depender de los demás, lo cual puede derivar en fuerte depresión, lo que no necesariamente significa que los ancianos van a convertirse en niños a los que hay que cuidar y cubrirles sus necesidades. Ahora bien, los infantes no tienen este tipo de miedos, pues bien saben que cuentan con el apoyo de sus padres, además, se encuentran en una etapa de descubrimiento, aprendizaje y juegos.

Por otra parte, hay que tomar en cuenta que senectud representa el resumen de toda una vida, motivo por el cual los geriatras niegan tajantemente que los adultos mayores sean otra vez niños. Sin embargo, no se descarta el hecho que, al igual que los infantes, los abuelitos también tienen muchas cosas en la cabeza, capacidad de contar infinidad de historias extraordinarias, encapricharse con algo o con alguien, ser muy sinceros, en ocasiones enojarse con facilidad o soltar la carcajada a la primera provocación, pero no por ello son iguales.

También hay que considerar que durante la vejez el cerebro pierde diariamente alrededor de mil neuronas, el sentido del oído reduce su capacidad auditiva y así, con el paso de los años, el cuerpo se desgasta paulatinamente y los órganos se debilitan; en cambio, los niños son receptivos y su organismo se encuentra en óptimas condiciones.

Otras modificaciones que sufren las personas de edad avanzada se presentan en los huesos, pues los niveles de calcio, bicarbonato, sulfato y otros minerales que les dan consistencia y dureza están notablemente disminuidos, sus articulaciones se deterioran y sufren dolencias, y los músculos pierden flexibilidad y tamaño; asimismo, se presenta falta de memoria, reflejos y la coordinación motora (movimientos) es deficiente. Por todas estas razones, las etapas de vida son diametralmente opuestas: mientras el organismo del adulto va hacia atrás, el del niño va iniciando funciones. Cabe destacar que llegan a presentarse casos dramáticos en donde los adultos mayores requieren cuidados similares a los que se le proporcionan a un bebé, lo cual ocurre cuando sufren Alzheimer, pues en etapas avanzadas de la enfermedad llegan a ser completamente dependientes.

Por otra parte, también es importante reconocer que los ancianos viven de sus recuerdos, se sustentan en éstos y les sobra tiempo para platicar, en tanto que a los pequeños les son insuficientes las horas que dedican al juego, explorar e imaginar. Lo que si es un hecho es que los niños quedan fascinados con las historias de sus abuelos y éstos, a su vez, se complacen en escuchar a sus nietos.

Por último, es importante tener siempre en mente que tanto niñez como vejez son etapas de la vida que no deben confundirse, pues cada una de ellas posee características propias. Además, ambas forman parte de un ciclo que debe vivirse y aprovecharse al máximo, cuyas fases nos proporcionan grandes experiencias y nos permiten aprender infinidad de cosas.

Artículo escrito por: Roberto Guzmán
Imagen por: Manuel Trujillano

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