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Alumnos con escasa motivación para aprender

Alumnos con escasa motivación para aprender

Hoy en día es una de las dificultades más importantes que podemos encontrar entre  los alumnos de educación secundaria y en menor medida en primaria: muchos de los niños y adolescentes que no encuentran el sentido a los estudios académicos y, ante esa circunstancia, se manifiestan apáticos ante el aprendizaje.

Sin embargo no es la única causa que puede originar la desmotivación: el hecho de no obtener los resultados deseados esperados puede crear desazón y rechazo a los estudios.

Para aprender algo nuevo es preciso disponer de las capacidades, conocimientos, estrategias necesarias  y tener la disposición, intención y motivación suficientes para alcanzar los fines que se pretenden conquistar.

En muchas ocasiones esta ausencia de motivación va de la mano de retrasos en ritmo de aprendizaje y problemas de conducta y los límites entre ellos se encuentran difusos:

Encontramos:

–          Alumnos con problemas de aprendizaje y trastornos del comportamiento que muestran baja motivación.

–          Alumnos con bajo rendimiento académico y con buena motivación hacia el aprendizaje.

–          Alumnos con buen nivel intelectual con baja motivación.

Motivación y  rendimiento son factores que se influyen mutuamente, aunque su relación no es, lineal.

¿QUÉ ES LA MOTIVACIÓN?

Es el interés que tiene el alumno por su propio aprendizaje.

Es importante diferenciar la motivación del alumno de las actuaciones que se llevan a cabo desde sus entornos para motivarle hacia las tareas. Confundiendo estos conceptos  hacemos que el peso recaiga en un agente externo.

¿DE DÓNDE SURGE LA MOTIVACIÓN POR EL APRENDIZAJE?

La motivación de los niños parte del aprendizaje originado de las experiencias, como un resultado de la interacción del niño con los distintos entornos en los que se desarrolla: escuela y familia fundamentalmente.

La necesidad de aprendizaje es innata en los niños. Desde  su nacimiento aprenden acerca de todo lo que hay a su alrededor y van incorporando conocimiento y experiencias que, a su vez, les sirven de base para nuevos aprendizajes. Cuanto más útiles y/o satisfactorios se consideran a edades tempranas las experiencias de aprendizaje, más interés e impulso de aprender se sentirá a medida que pasan los años.

TIPOS DE MOTIVACIÓN

La motivación se basa en metas: objetivos internos o externos que nos mueven en nuestros actos, bien con el ánimo de lograrlos o evitarlos: influyen decisivamente en la motivación o ausencia de ella para aprender.

Clasificamos la motivación en función del tipo de metas que nos guían:

Motivación intrínseca: es aquella que va orientada a obtener metas de aprendizaje y buscar, conocer, aprender, mejorar. El niño siente interés y afán de saber, lo que a su vez suscita el esfuerzo: ayuda a centrar la atención y da sentido al trabajo realizado. La satisfacción de obtener el aprendizaje a su vez refuerza la motivación por continuar aprendiendo: interés, esfuerzo, entretenimiento, disfrute, y logro.

Motivación extrínseca: es aquella que va orientada hacia metas de ejecución. La estimulación es externa al niño y su eficacia es limitada en algunos casos.  Diferenciamos:

–          Motivación positiva: El niño busca una recompensa que puede ser o no ser material.

Se han comprobado que son más eficientes las recompensas no  materiales: al niño le motiva más que el aprendizaje en sí mismo  la alabanza de los padres si sacan notables o sobresalientes, aprobación de los profesores, competencia por superar a otros alumnos… El esfuerzo dedicado va en función de la valoración que va a recibir de los otros.

Otro modelo de motivación es el que busca que el niño se esfuerce en función de promesas materiales: videojuegos, juguetes.

Son dependientes de la recompensa externa. sin embargo les ayuda a mantenerse ligados al aprendizaje.

–          Motivación de evitación del fracaso. Son niños que no confían ni en sus habilidades ni en su esfuerzo y lo que les mueve es evitar las regañinas y los castigos.  Su autoconcepto y su autoestima no están ajustados a sus capacidades reales.

¿QUE PUEDEN HACER LOS PADRES PARA FOMENTAR LA MOTIVACIÓN DE SUS HIJOS?

–          En primer lugar depositar expectativas de éxito en los niños. Si creo que mi hijo es un vago o un desastre va a ser difícil que él crea lo contrario. Saber que existe confianza en sus capacidades y esfuerzo le ayudará a enfrentarse a la tarea con una perspectiva más positiva.

–          Explicarles qué se espera de ellos y hacer una revisión periódica de los progresos y los puntos a mejorar para que no pierdan el punto de referencia.

–          Proporcionarle unas condiciones adecuadas de estudio y ayudarle a planificar su tiempo y espacio de estudio.

–          Manifestar interés por las tareas escolares ayudándoles a ver los aspectos más positivos de aprender.

–          Ayudarles siempre que sea necesario, propiciando el aprendizaje autónomo siempre que sea posible.

–          Valorar más el esfuerzo realizado que los resultados obtenidos.  No es lineal la relación entre esfuerzo y rendimiento. La exigencia de los padres ha de ser acorde a las capacidades del hijo y al grado de responsabilidad que tenga asumido en la tarea. Si valoramos negativamente un resultado fruto del empeño de nuestro hijo por mejorar tenderá a desanimarse y con el tiempo a desistir del esfuerzo.

–          Recompensas:

  • Alabar los éxitos, aunque no de forma excesiva ni muy continuada, puesto que de esa manera llegan a perder su valor reforzador.
  • Evitar los regalos materiales siempre que sea posible, utilizar las actividades que ellos consideran divertidas o en las que se sientan importantes, como premio.
  • Relacionar los premios relacionados con las conductas que se desean favorecer de tal manera que la motivación surja por la conducta y no por el premio.

–          Castigos:

  • Es aconsejable que el niño sepa previamente dónde están los límites y que los actos tienen consecuencias y cuáles son éstas: pérdida de confianza, retirada de privilegios, castigos, etc.
  • Han de ser lo más ajustados posibles a la falta cometida, a la edad y a la personalidad del niño.
  • Castigar desde el cariño: no dejamos de querer a nuestro hijo porque meta la pata. Evitar los gritos en la medida de lo posible y las expresiones agresivas.
  • Llevarlos a cabo siempre y de forma inmediata para que se tomen en serio y no pierdan su validez.
  • Comenzar por retirar privilegios.